Pablo Gago

En 1946 Gago aterriza en París con una beca y expone con los grandes del siglo XX. Ya es un pintor abstracto. Ese año, cuando el artista leonés exhibe una forma de entender el arte que por entonces sólo era lo opuesto a lo figurativo, otros grandes daban los primeros pasos hacia el arte abstracto, como Hoffmann, que también en 1946 comienza a alumbrar sus abstracciones pull and push ( tirar y empujar), al igual que Pollock, embarcado en las pinturas dripping, o Kooning, que por entonces pinta abstracciones en blanco y negro.

Entre 1950 y 1970, como dicen sus biógrafos, alternó su dedicación abstracta con la creación de pinturas figurativas «de muy alta calidad y no tan alta adecuación al espíritu de la época». Y se adelantó también al hiperrealismo.

Gago define su pintura como «la verdad inventada en la superficie del cuadro. Lo rotundo, sin grito». Sobre él ha escrito Antonio Saura: «El mundo que nos ha representado Gago es una cristalización blanda, en la cual las espigas y los polígonos han depositado sus sombras, viviendo ellas en un mundo propio. En el interior de las uñas las explosiones de aristas suceden a las órbitas vacías de los cráneos».

La arquitectura le llevó a la escenografía y ésta al teatro. Se jubiló de la televisión, pero no de la pintura. De hecho, actualmente está preparando una exposición que inaugurará en Biarritz. Pese a que en León su nombre es el de un perfecto desconocido, Gago, afincado en Madrid, regresa puntualmente a su ciudad «al menos, una vez al año».

Confiesa que le horroriza el Musac -también como edificio- y que le encanta, en cambio, el Patio Herreriano de Valladolid, donde ahora se veneran artistas que él conoció cuando empezaban y a los que no habría aceptado exponer ningún museo de la época.

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