Carlos Bellosta 

Estudió procedimientos pictóricos en la Escuela de Artes Aplicadas de Barcelona (Llotja) y obtuvo el título de diseño de Estampación por la Escuela de Bellas Artes Massana de Barcelona. Se califica de casi autodidacta. No se identifica ni con el adjetivo moderno ni con el de clásico cuando habla de su obra, pero le gusta más el arte del siglo XIX porque es un arte más cercano a la naturaleza y el campo. Se define como un enamorado de los contrastes y de la naturaleza. Es pintor de caballete y trabaja a partir de apuntes y bocetos. El pintor repite continuamente la misma escena, el combate entre la luz y oscuridad, en plena tensión por imponerse cada uno en muchos de sus cuadros. La levedad del esplendor frente a la gravidez de tonos apagados, cuando los colores se hacen más densos, y se convierten en tacañas superficies que no dejan se refleje radiación alguna. Esta confrontación es un momento de júbilo, si triunfa el cálido dorado, o de recogimiento, cuando sólo es un ascua que se apaga envuelta por el frío de la noche. En ambos estados el pintor siente una emoción profunda, un torbellino de sentimientos, que expresa correctamente en el colorido del cuadro, en un espacio de mirada poética inmerso en el silencio de la contemplación, en la digestión visual de la imagen, degustando los momentos de cambio, cuando las intensidades del color, en su amplia gama, se funden entre sí para estallar de júbilo, o como canto triunfal de esperanza. Carlos Bellosta consigue establecer una cadencia suave en el ritmo cambiante de la luz, en composiciones de profunda impronta, expresada con una sutil apariencia. El autor ha obtenido el motivo, que es el sustrato de su expresión cromática, que le permite seducir la mirada del espectador. Posiblemente conoce otras obras que describen plazas, canales y góndolas en esta maravillosa urbe, casada con el mar que la sostiene y que siempre es una latente amenaza para ella, pero ha conseguido darle su toque propio y, en este sentido, el echo de él tal como es pictóricamente pintando, con el latente misterio que siempre sabe infundir al paisaje entre dos luces, entre aquellas que nacen con el nuevo día y que se van la oscuridad también es luz, aunque no lo parezca, con la noche que se retira. Con la pintura, al igual que con las otras artes, el ser humano nunca deja de buscar en lo que es esencial y constituye un constante misterio. Bellosta lo ha hecho y lo sigue haciendo dentro de la Naturaleza, para que las preguntas nunca se acaban con las respuestas, sino que crecen de nuevo y tienen nuevas y cada vez más inquietantes características. 

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