Lourdes Cabrera

Lourdes Cabrera nació en Almería, en su amplio bagaje artístico se decantó por el esmalte y la pintura. Artes donde se mezcla el dibujo, materias que se transforman, procedimientos de los que se desconoce el resultado final hasta que no esté acabada la obra y con paciencia metódica se compruebe, analice y construya como ella hace, su propia carta de color, sus muestrarios numerados con los componentes (al)químicos que mutan en su taller-laboratorio en obras que en el caso de los esmaltes son únicas e irrepetibles. La imaginación de la artista construye imágenes de una rica variedad tanto temática como cromática. Un velo de fantasía recorre sus composiciones, que se caracterizan por una técnica realista despojada de artificio, pero que incorpora elementos de tintes surreales, entre simbología cristiana, referencias literarias y un buscado efecto exótico que nos transporta a otros planos del tiempo y del espacio. Lourdes Cabrera nutre su estilo con experiencias vividas en sus viajes, alimentando la pintura con fórmulas de otras culturas y fusionándolas con el folclore occidental. Artes donde se mezcla el dibujo, materias que se transforman, procedimientos de los que se desconoce el resultado final hasta que no esté acabada la obra y con paciencia metódica se compruebe, analice y construya como ella hace, su propia carta de color, sus muestrarios numerados con los componentes (al)químicos que mutan en su taller-laboratorio en obras que en el caso de los esmaltes son únicas e irrepetibles. Joyas que Lourdes Cabrera hace en color luz, en placas “butidas”, pastas licuadas que hacen de fundente, se soldifican y se hacen brillantes, transparentes u opalinas en sus manos y hoy figuran en colecciones particulares internacionales, en aquellas que saben valorar y apreciar las dificultades de esta técnica tan antigua.Pero su obra no va a enriquecerse sólo con lo real, lo palpable, lo sensorial, sino con las fantasías, el mundo poético, literario, musical, mitológico, mágico, onírico y romántico de las formas –sobre todo del mar- que después aplicará en esa materia tan rara entre los autores españoles como son los pigmentos naturales de origen pétreo o mineral mezclados con sílice y plasmados sobre planchas de cobre -o en su caso también de plata- pasados por un horno o mufla a 750º. Obras que a veces necesitan hasta de tres o cuatro cochuras, dependiendo de los colores que se utilicen y que sólo pueden controlarse con la experiencia y la dedicación continua hasta que se van conociendo sus lenguajes secretos. Pero su pintura y sus grabados al aguafuerte, componen otra de las facetas de su personalidad que parece inclinarse por la dificultad que sobre todo estos últimos tienen, porque al igual que en los esmaltes, estos no soportan el arrepentimiento y cada línea que se trace en ellos, quedará sin que pueda borrarse, precisamente porque está incisa con buriles y mordientes, sobre los que se aplicarán las tintas con la presión del tórculo.

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